Nos perdimos.
El coche subía y bajaba, entraba y salía, pisaba y partía. El bosque había ardido hacía tan sólo unos días. Fuimos para dejarnos llevar por el paisaje, pero nos encontramos ante una catástrofe. Aquella intervención en la naturaleza podría haberse considerado un Land Art fortuito, pero era demasiado triste.
El coche nos llevó a un oasis. No recuerdo si era un lago o una charca. Pero allí parecía estar la paz de aquel bosque muerto. El agua tenía un color espectacular y dentro de ella encontré intervenciones que no me parecieron tan tristes.
Entré en un lugar lleno de fuego y acabé refugiándome en su antítesis.